¿Sabes de donde viene la palabra serigrafía?

El término serigrafía tiene un origen etimológico muy interesante, que combina palabras provenientes de dos lenguas clásicas con una gran carga cultural y técnica: el latín y el griego. Por un lado, proviene de la palabra latina sericum, que significa literalmente «seda». Por otro, del griego graphein, que se traduce como «dibujar», «escribir» o «trazar». De esta unión surge una palabra que literalmente significa “dibujar con seda”.

Este nombre no fue elegido de forma arbitraria o casual. De hecho, hace referencia directa a los materiales y métodos empleados en los orígenes de esta técnica de impresión. En sus inicios, las pantallas o mallas sobre las que se realizaban los estampados estaban fabricadas con seda natural, un material que por su textura fina y resistente permitía un paso controlado y preciso de la tinta. Esta capacidad para transferir la tinta con exactitud es lo que convirtió a la serigrafía en un proceso ideal para reproducir imágenes, textos o patrones con gran calidad y detalle sobre distintos tipos de superficies.

Con el paso del tiempo, aunque los materiales utilizados para las pantallas han cambiado significativamente —hoy en día se emplean tejidos sintéticos como el poliéster, que aportan mayor durabilidad y consistencia— el término “serigrafía” se ha mantenido firme, como un testimonio de la historia y la tradición que acompaña a esta técnica. Esta continuidad en el nombre es un reflejo del respeto que se tiene hacia sus raíces y hacia el arte artesanal que representa.

La serigrafía es, por tanto, una técnica que se remonta a tiempos muy antiguos, con una evolución notable que le ha permitido adaptarse a los avances tecnológicos y a las nuevas demandas del mercado sin perder su esencia. Desde sus aplicaciones tradicionales en textiles, cartelería o artes gráficas, hasta su presencia en industrias modernas como la electrónica o la decoración industrial, la serigrafía continúa siendo un puente entre la artesanía y la innovación técnica.

Además, más allá de su función técnica, la serigrafía es también una forma de expresión artística. El proceso de creación mediante pantallas, la posibilidad de trabajar con múltiples colores y texturas, y la precisión que ofrece para reproducir detalles hacen que esta técnica haya sido empleada por artistas reconocidos para crear obras icónicas. En este sentido, la serigrafía es sinónimo de creatividad, tradición y maestría.

En resumen, la serigrafía no solo es un método de impresión; es una técnica con historia, arte y tradición, que ha sabido mantenerse vigente y relevante a lo largo de los siglos, adaptándose a los nuevos tiempos sin perder su alma ni su esencia artesanal.